La población ocupada pasó de 22.055.000 en julio del 2022 a 23.182.000 en julio de 2023. Es decir, se generaron 1.127.000 nuevos empleos. En términos porcentuales podemos decir que la demanda de empleo creció el 5,1%, superior al número de personas que buscaron trabajo, 3,5%, lo que ayudó a que la tasa de desempleo bajara del 11% al 9,6%, entre iguales fechas. El empleo femenino se incrementó en 673.000, un 7,5% más, ritmo superior al de los hombres, 453.000, equivalente a un aumento del 3,5%. La tasa de desempleo de las mujeres se redujo del 13,9% al 11,9%, y la de los hombres del 8,8% al 7,9%.
Por sectores, los que más generaron empleo fueron: la construcción, con un aumento del 15,9%; las actividades artísticas, entretenimiento recreación y otras actividades de servicios, 12,5% superior; alojamiento y servicios de comida, con un crecimiento del 11,1%; el transporte y almacenamiento, 7,1% más; y el comercio y reparación de vehículos con un incremento del 4,5%. Por el contrario, las actividades profesionales, científicas, técnicas y servicios administrativos fue el sector que mostró caída en el empleo, un -3,3%.
Por posición ocupacional, el mayor crecimiento en julio se dio en el grupo trabajador por cuenta propia, 6,5%, y que en términos absolutos representó 604.000, o sea, el 54% de los empleos generados, mientras que en junio el 92% de los puestos creados se dio en el rubro obrero y empleado particular.
Llama la atención tres aspectos de los datos de empleo del mes de julio.
Nuevamente fue presentada la reforma laboral y a pesar de algunas mejoras, como la ampliación de una hora en la jornada diurna, los recargos progresivos para dominicales y festivos, la eliminación de la igualdad de derechos entre trabajadores en misión y los de la empresa usuaria de los servicios temporales, entre otros, la tendencia es la misma: mayores beneficios para sindicatos, mayores cargas y obligaciones para los empleadores, inamovilidad de los trabajadores, y falta de concertación con los distintos sectores gremiales y económicos.
Los organismos internacionales elevaron levemente sus proyecciones para el 2023, frente a los calculados a principios de año. Estiman el crecimiento mundial entre el 2,1% y el 3%. A pesar de ello, todos coinciden en que será menor frente al registrado en el 2022. Persisten varias inquietudes: los impactos de la invasión de Rusia a Ucrania, lo que nuevamente podría afectar los precios de la energía, la inflación, de hecho está en vilo el programa de exportación de cereales por el Mar Negro, también preocupa la situación del sector inmobiliario en China y si efectivamente se superó la difícil situación bancaria internacional que se registró en el segundo trimestre, hay rumores según los cuales las evaluadoras de riesgo modificarían la calificación del sector.
En el caso colombiano, en el segundo trimestre del 2023, la economía registró un crecimiento del 0,3% vs 12,2% del segundo trimestre del 2022. Del lado de la demanda, ésta disminuyó 3,9% vs 13,1% en igual periodo del año pasado. El consumo final apenas creció 1% vs 13,7% de hace un año (el consumo del gobierno creció 2,5%, y el de los hogares apenas el 0,7%). La formación bruta de capital decreció mucho, 24%. Las exportaciones aumentaron 2,4% y las importaciones bajaron el 14,5%. Por sectores, las actividades importantes para la economía colombiana registraron caída: la agricultura, -1,4%; la industria, -4%; la construcción, -3,7%; y el comercio, -3,2%.
No cabe duda de que continúa la fuerte desaceleración económica y tiene que ver con varios aspectos, el menor crecimiento mundial y la caída de los precios del carbón, petróleo y café, que afectan nuestras exportaciones, por ejemplo, el precio del petróleo se redujo un 30,6% frente al valor registrado en el segundo trimestre del 2022. La mayor inflación y el aumento de las tasas de interés afectaron el consumo. En igual sentido ha actuado la reforma tributaria que redujo los ingresos de las personas naturales por mayor tributación. Los mayores precios de la gasolina hacen que los gastos en este rubro sean mayores y afecten la disponibilidad de ingresos para demandar otro tipo de bienes y servicios.
La caída en la inversión ha sido fuerte. Los anuncios del gobierno han generado mucha incertidumbre, pues no hay interés para que haya inversión en el sector de hidrocarburos y en algunos rubros del sector minero. Ha habido señales contradictorias para cambiar la matriz energética hacia energías limpias, pues se han establecido impuestos sobre estas últimas. La inseguridad se consolida más rápido que la paz total, los proyectos de ley sobre la reforma laboral, pensional y de salud generan mucha inquietud en el sector empresarial. El gobierno busca una nueva alianza en el Congreso sobre bases burocráticas, pero sin consenso con los empresarios y la sociedad en general. En el congreso se abrió la discusión sobre la baja ejecución del presupuesto y el gasto y hace rato no hay pronunciamientos para evaluar nuevas concesiones viales o de infraestructura en general y apenas si despegan los programas de vivienda. En fin, no hay un ambiente de confianza para la inversión.
En otros frentes podemos señalar que desde abril ha cedido levemente la inflación por el mejor desempeño de los alimentos, pero sigue impulsada por el aumento en los precios de la gasolina y el aumento del IVA del 5% al 19% en pasajes aéreos y en hoteles. Además, se ha moderado la devaluación, 1,2% en el primer semestre, y el índice de precios al productor ha bajado significativamente por la racionalización de los precios de bienes importación y por la citada moderación en la devaluación. También ha señalado el Ministro de Hacienda su compromiso con la regla fiscal, pero varios parlamentarios y el Comité de la Regla Fiscal han cuestionado la inclusión en el presupuesto de algunos ingresos porque no son permanentes o no se tiene certeza sobre los mismos.
Sin consensos es difícil construir confianza y sin ésta la inversión no fluye. Ahí está el gran reto para recuperar la economía.